Esperábamos el amanecer frente a este pueblo andaluz lleno de
historia, Montoro nos ofreció unas brumas matinales regaladas por
ese Guadalquivir que lo abraza de principio a fin.
Cuando el sol se hizo presente y brilló con fuerza todo cambió,
apareciendo los colores de la vegetación de rivera entre los cuales
un espejo de río reflejaba el blanco de la cal y la luz.