Hoy cambiamos los helechos por el verde musgo, los alcornoques por viejos
quejigos y fuimos en busca de un rinconcito en los alcornocales donde año
tras años nos espera este viejo tronco que murió atravesando un cauce de
lluvias torrenciales, donde yace envuelto de un verde manto pareciendo querer
abrigarse para soportar la humedad y el frió ambiente. Cual fue la sorpresa
cuando lo encontramos acompañado de un moribundo y solitario helecho, que
ya en sus días finales presentaba un llamativo colorido, queriendo alegrar un
ambiente tenebroso parecido a los cuentos de terror que algún día leímos.
Nos despedimos de el pidiendo volver a visitarlo y afotarlo el próximo año.